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La magia de lo inesperado suele sorprendernos en los momentos menos pensados. Qué sensación increíble cuando eso nos sucede.

¿Existe algo mejor que la sensación de cuando ocurre algo imprevisto que nos sorprende gratamente? Algo así me pasó de golpe al poco tiempo de haber comenzado terapia y me hizo muy bien porque fue completamente espontáneo. Me sorprendió la magia de lo inesperado.

Permítanme recordarles que, en aquel momento de mi vida, recién estaba empezando a explorar mi cuerpo y tener mis primeros orgasmos a base de pajas. Me estaba yendo bastante bien con la práctica, pero siempre se trataba de algo cuidadosamente planeado. La sexóloga me daba tarea y yo la cumplía. Esto implicaba todo un esfuerzo porque había una preparación previa. Yo me mentalizaba específicamente para masturbarme: controlaba la respiración, planeaba los detalles, me vestía para la ocasión, elegía un video porno para ver, etc. Todo muy lindo, pero también muy digitado. 

Yo venía trabajando en la terapia para lograr que mis deseos fluyeran más naturalmente y sin culpa. Para esto la sexóloga me pedía conectar más con mi líbido, reflexionar sobre las cosas que me hacían calentar y mis fantasías. Tenía que alimentar la imaginación con videos, lecturas eróticas o cualquier cosa que me pudiera estimular. Hacíamos ejercicios para aumentar mi confianza y mi autoestima. Yo era una alumna modelo, pero a pesar de eso, soltarme y dejarme llevar me seguía costando mucho. Disfrutar del sexo era posible, aunque insumía mucho esfuerzo y energía.

Finalmente todo este trabajo rindió sus frutos un buen día. Era fin de semana por la tarde, ya no recuerdo si sábado o domingo. Yo estaba en casa sola, tirada en el sillón, sin planes y con ganas de no hacer absolutamente nada. Lo único que quería era descansar y vegetar frente al televisor mirando algo medianamente entretenido, así que puse la serie que estaba siguiendo en ese momento: Outlander. 

Outlander y su magia

Outlander se encuentra basada en una saga de novelas que mezcla fantasía, historia y romance en la Escocia del siglo XVIII. Hay una pareja protagónica compuesta por Claire y Jamie. Ambos personajes son muy atractivos, tienen una química increíble y se ven muy bien juntos. En mi opinión, la serie está dirigida principalmente al público femenino. Es por esa razón que me parece muy recomendable para mujeres que no se sientan cómodas mirando porno, ya que prácticamente en todos los capítulos hay escenas de desnudos y sexo que resultan muy eróticas sin ser vulgares o explícitas, pura magia.

Retomando mi historia, yo estaba mirando el episodio 9 – temporada 1 de Outlander, llamado “The Reckoning”. Resumiendo, la pareja principal estaba peleada porque Clare había puesto en peligro la vida de varias personas y Jamie -su marido- había intentado castigarla físicamente para darle una lección. Recordemos que estamos en el siglo XVIII y, para los parámetros de ese entonces, estas prácticas eran normales. Sin embargo, para Claire esto es algo inaceptable porque ella es en realidad una mujer del s.XX (sí, como lo leen, esta serie incluye viajes en el tiempo). Clare queda profundamente decepcionada, para ella algo se ha roto en la relación a partir de ese castigo corporal.

Jamie se da cuenta que Clare ha quedado muy afectada. Le pide perdón sinceramente y hace un voto de lealtad hacia su esposa jurándole nunca más levantar la mano en su contra.

Al principio, Clare duda en aceptar las disculpas de su esposo, pero finalmente cede. Ambos arden de deseo por el otro y, por supuesto, se reconcilian cogiendo. Y acá es donde la cosa se pone interesante…

Algo inesperado y sorpresivo

En este punto, sin haber hecho ninguna preparación previa, sin planear nada, sin siquiera haberme tocado, me calenté (y mucho) mirando la escena de sexo entre Clare y Jamie. Fue algo inesperado y sorpresivo. Por primera vez en mi vida adulta, mi cuerpo estaba reaccionando espontáneamente frente a un estímulo sexual y sentí el impulso instintivo de masturbarme.

Retrocedí el capítulo para volver a ver toda la secuencia y metí la mano dentro de mi tanga para sentir mi concha caliente y palpitante. Pude notar que ya estaba húmeda y acariciarla suavemente con las yemas de mis dedos se sintió divino. Mientras tanto, en la tele, Claire y Jamie se besaban apasionadamente arrodillados frente a frente. Oír sus respiraciones profundas, agitándose cada vez más por las ganas irrefrenables de entregarse el uno al otro me excitó muchísimo. Mi concha ya estaba completamente mojada. 

Casi con desesperación, como si pensaran que esa pudiera ser la última vez que fueran a estar juntos, Claire y Jamie se despojaron de sus ropas. Verlos desnudos, frotando sus cuerpos y rindiéndose al deseo me parecía muy sexy; pero lo que verdaderamente me hizo arder fue el momento en que Jamie le agarró las tetas a Clare y se las lamió. Sus gemidos me hicieron envidiarla. ¡Cómo deseaba ser ella en ese momento! Imaginaba que Jamie recorría cada centímetro de mis pechos con su lengua, que me comía los pezones, que los succionaba. Yo me los apretaba con intensidad y casi podía sentir que era él quien me estaba estimulando. Quería que me los mordiera, que los besara, que hundiera la punta de sus dedos en mi carne y me poseyera.

Fuego

Para este momento, literalmente sentía fuego en mi concha y la paja que me estaba haciendo no tenía punto de retorno. Frotaba mis dedos contra mi clítoris con intensidad al mismo tiempo que Claire empujaba a Jamie contra el piso y se montaba sobre él, arrodillada y con una pierna a cada lado de su torso. La siguiente escena me pareció increíblemente excitante. Clare hace un movimiento con su mano que no se llega a ver del todo, pero que insinúa mucho. A mí me da la impresión de que ella le agarra el pene a Jamie para acomodárselo dentro de su concha. Luego gime extasiada a medida que se clava el miembro en lo más profundo de su ser. Él estaba completamente rendido ante Clare que se lo cabalgaba una y otra vez gozándose su pija.

A todo esto, yo continuaba apretando mis pezones, alternando entre colarme los dedos dentro la vagina y masajearme el clítoris. Movía mi pelvis siguiendo el ritmo que marcaban los gemidos de Clare y Jaime cogiendo sobre la alfombra, frente al fuego de un hogar a leña. Ardía con ellos viéndolos disfrutarse. Él la penetraba y ella se lo cabalgaba a fondo, en una perfecta sincronización de movimientos y gritos ahogados de placer. No podía dejar de tocarme mientras los observaba. Tenía los pezones duros, hinchados, sensibles a cada caricia de mis dedos.

La daga

La secuencia que vino después me dejó sin aliento: sin dejar de tener sexo, Clare tomó la daga de Jamie y se la puso en el cuello, amenazando con cortarle la garganta: “si vuelves a levantarme la mano otra vez, James Fraser, te arrancaré el corazón y me lo comeré en el desayuno, ¿entiendes?”. Todo esto sucedía mientras la pareja continuaba garchando, ni siquiera en circunstancias como esas podían parar. Entonces, él le dio su palabra de que nunca más haría algo así, ella soltó la daga y continuaron cogiendo con más intensidad aún.

Luego Jamie se incorporó. Ahora cogían sentados frente a frente. Se besaban, se frotaban y gemían fuerte, mientras él la agarraba con una mano de la cadera para marcarle el ritmo y moverla a su antojo, y con la otra mano le apretaba una teta. A continuación, Jamie giró a Clare y la puso en el piso, boca arriba. Ahora la penetraba en la posición del misionero mientras ella se mordía los labios del placer, le agarraba el culo y le marcaba cómo debe moverse dentro de ella. En este punto ambos acabaron juntos y ella gritó de placer. Admito que el hecho de que el sexo fuera brusco y que Clare estuviera en control de la situación me calentó mucho. 

Yo volví a mirar la secuencia varias veces más, disfrutando del espectáculo que la pareja me brindaba, vibrando cada vez que Jamie le lamía los pechos a Clare, estremeciéndome con cada asestada de pija. Me mordí los labios cada vez que mis dedos se deslizaron sobre mi clítoris e imaginé que me montaba sobre Jamie y que él me hacía suya. Estrujé mis tetas, sentí mi piel erizarse y me di cuenta de que estaba lista, a las puertas del éxtasis. Estiré mis pezones con una mano y me masturbé más rápidamente con la otra, aumentando también la presión. Un escalofrío recorrió mi columna desde la nuca hasta el coxis y solté un suspiro profundo, mientras mi concha mojada acabó con un cosquilleo palpitante. Me quedé así, desnuda y tirada sobre el sillón. Me tomó un largo rato poder recuperar el aliento.

Si recién empezas a leer mi blog, te invito a leer todas mis notas.

2 COMENTARIOS

  1. […] Ya les he contado en otra nota sobre Outlander, la serie que vengo siguiendo desde hace un tiempo y que suele servirme como fuente de inspiración. Esta ficción se destaca entre el resto de las series actuales por sus escenas de sexo que, sin caer en la vulgaridad, resultan muy estimulantes. Y las razones son muy sencillas: presenta un personaje femenino principal que se apropia de su sexualidad sin cosificarse y las relaciones sexuales son tratadas desde una perspectiva más cercana a la realidad para las mujeres.    […]

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