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Hay algo que todas las personas tenemos en común y eso es que soñamos mientras dormimos, aunque no lo recordemos. Tener sueños eróticos es perfectamente natural ya que la sexualidad forma parte de nuestras vidas… incluso aunque nunca hayamos tenido un orgasmo o relaciones sexuales.

Una cosa que aprendí en mis sesiones de terapia es que -aunque no lo recordemos- soñar es algo inevitable, sea cual sea el contenido de nuestros sueños. Por otro lado, es lógico que la sexualidad aparezca en algunos de esos sueños ya que forma parte de nuestras vidas y ahí es donde se manifiestan los sueños eróticos. Esto es normal y saludable, incluso aunque nunca hayamos tenido sexo con otra persona o -como me pasaba a mí- nunca hayamos alcanzado un orgasmo.

De hecho, yo experimentaba este tipo de sueños mucho antes de alcanzar mis primeros orgamos. En ocasiones, iban acompañados de excitación y al despertar sentía mi vagina caliente y lubricada, aunque no sabía bien qué hacer con eso. La sexóloga me explicó que todo esto confirmaba que la excitación y los orgasmos no dependen exclusivamente de la estimulación física. En realidad, el órgano sexual más poderoso que tenemos es nuestro cerebro y no nuestros genitales.      

Los sueños no se rigen por las reglas de la realidad y mis sueños mojados pre-orgasmo no eran la excepción. Algunos eran realmente extraños, sin sentido, incluso feos. En otros mucho más placenteros estaba a punto de tener algún tipo de encuentro con alguien, pero mi inconsciente los frustraba. Algo ocurría que interfería con mis planes o el sueño directamente cambiaba a otra cosa antes de que pudiera llegar al clímax.

Creo que todo esto tenía que ver con mis inseguridades, el gran tabú con el que crecí de que el sexo estaba solamente reservado para el matrimonio y que todo lo demás era pecaminoso.

Sueños mojados

Recuerdo algunos de mis sueños calientes muy vívidamente por la impresión que me causaron. Uno de los mejores lo tuve siendo una adolescente. Todavía estaba en la escuela secundaria y era virgen. Tenía cero experiencia.

En esa época yo iba a un colegio de monjas y había un chico en mi mismo curso que me gustaba mucho. El colegio tenía un jardín trasero con muchas plantas que solamente usaban los niños de la primaria para jugar. En mi sueño, yo estaba con este chico ahí. Todo se sentía muy íntimo y secreto, porque estábamos besándonos en un sitio en el que no debíamos estar. El lugar no se veía exactamente igual al real, pero de alguna forma yo estaba segura de que estábamos allí.

Yo tenía puesto mi uniforme: una pollera corta azul con tablas y una chomba blanca. En la vida real siempre usaba un minishort debajo de la falda en caso de que el viento me la levantara, pero en mi sueño solamente tenía puesta una bombacha blanca.

El chico no dejaba de acariciarme mientras los besos se iban intensificando. Yo estaba experimentando una mezcla de sensaciones. Por un lado, sentía vergüenza y miedo de que nos descubrieran. Intentaba entonces abrazarlo lo más fuerte que podía para impedir que sus brazos tocaran mis zonas íntimas. Pero por otro lado, empezaba a sentir un calor divino que brotaba desde dentro mío. Sentía que mi concha empezaba a calentarse y me invadían las ganas de pegarme a su cuerpo para sentirlo. 

Pasando a la acción

En algún momento del sueño, él empezó a levantarme la falda y a tocarme el culo. Yo sentía sus manos apretando mis nalgas, acariciándolas, explorándolas… y pronto las usó para atraer mi pelvis hacia la suya. Me rendí encantada y pude sentir que él tenía una erección a través de mi bombacha y su pantalón. Él me apoyaba y yo me pegué a su cuerpo como un imán. Enseguida empezamos a frotarnos; no quería que nos separásemos nunca más.

De repente yo estaba en concha y tetas, y prácticamente sentía que ardían. Mi tanga blanca, mi chomba y mi corpiño habían desaparecido; solamente me quedaba puesta la pollera. El chico con el que me estaba frotando estaba en pija y remera. Yo estaba en llamas, quería que me tomara y me cogiera salvajemente ahí mismo, antes de que alguien nos descubriera. Mi respiración se hacía cada vez más profunda y yo quería disimular mis gemidos, pero no podía. 

Mientras tanto, él apretaba mis tetas; parecía que quería ordeñarme. Era un poco brusco, pero a la vez me excitaba. Yo estaba lista para montarme en su pene y empezar a cogérmelo, así que tomé su pija dura y erecta con mi mano con la intención de metérmela de lleno adentro de mi concha. Tan pronto como sentí su verga venosa rozando los labios de mi vagina, mi sensación de calentura y excitación se disparó y me desperté. 

Hoy sé que así se siente cuando estoy a las puertas de un orgasmo, pero en ese momento no lo sabía. Era la mitad de la madrugada, todo se encontraba oscuro y mi hermana menor dormía en la cama de al lado en la misma habitación. Recordaba haber gemido fuerte en el sueño y me daba vergüenza que mi hermana pudiera haber escuchado algo. 

Me sentía confundida y avergonzada, pero a la vez excitada. Me di cuenta de que mi mano derecha estaba apoyada sobre mi concha. Decidí meterla dentro de mi tanga y noté que tenía los labios lubricados y calientes. Tocarlos se sintió bien, pero todo quedó ahí, no supe qué hacer o sentí demasiada culpa por hacer algo prohibido. Me quedé así en el medio de la noche, con la mano metida en la tanga debajo de las sábanas, deseando volver a dormirme pronto. En una de esas, volvía a soñar…     

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8 COMENTARIOS

  1. Magnífico relato!! Empecé a leerlo por curiosidad y la erección que me produjo no se me baja… y estoy en el colectivo y me tengo que bajar!!!! Me pasaré de largo…

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