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Como ya les comenté en la entrada anterior del blog, tener sueños eróticos es muy saludable y natural. Además, lo mejor de todo es que es posible experimentarlos aunque en el plano consciente tengamos dificultades para alcanzar el orgasmo. A continuación, les dejo la historia de otro de mis sueños mojados más memorables, de mi época pre orgasmos.   

Una de las razones por las cuales me decidí a compartir con ustedes estos sueños que tuve mucho antes de que mi cabeza hiciera el clic necesario para disfrutar del sexo es que, en aquel momento, yo no tenía idea de lo que verdaderamente significaban. No estoy hablando de la interpretación del contenido de lo soñado, ya que ni por asomo me encuentro calificada para hablar de ese tema. A lo que me refiero es a que esos sueños eróticos son la mejor prueba que tenemos las personas con dificultades para alcanzar el orgasmo de que no existe ningún impedimento físico para que podamos experimentar el placer. Tener esta seguridad puede ser un gran alivio, créanme.

Habrá que indagar entonces sobre nuestras inseguridades, miedos, algún trauma… o, para algunos, será cuestión de simplemente practicar hasta averiguar qué es lo que nos gusta y con quién. En mi caso tuve que recurrir a la terapia, pero cada uno deberá encontrar su camino.

Un poco de contexto primero

En aquel entonces, yo tenía 17 años y recién había terminado la escuela secundaria. Mi mejor amiga de toda la vida, Barby, se había puesto de novia con un chico que había conocido en el club donde ambas hacíamos deportes, Sebastián. Los dos se veían adorables, eran jóvenes, bellos y estaban enamorados. Eran la pareja del verano, todos queríamos ser como ellos. 

Yo estaba muy feliz por mi amiga, pero confieso que sentía un poco de “envidia”, o más bien ganas de encontrar un chico que me quisiera y me tratara así de bien, como le pasaba a Barby. Ese verano pasé mucho tiempo con ellos en el club y, además, mi amiga se encargó de contarme con lujo de detalles todas las experiencias sexuales que empezó a tener con su novio. Creo que todo eso dio origen a uno de los sueños mojados más locos que tuve en mi etapa pre-orgasmos. Aunque siempre supe que no hay que interpretar ningún sueño en forma literal, tengo que admitir que después de eso, me costó un poco mirar a los ojos a mi amiga.   

Sueño de una noche de verano      

Era una tarde cualquiera durante ese verano y yo estaba en mi casa sola, o eso pensaba… En un momento decido ir hacia mi habitación, abro la puerta y me encuentro a mi mejor amiga y su novio cogiendo desenfrenadamente en mi propia cama. Literalmente era una escena de película porno. Los dos estaban completamente desnudos, sus cuerpos estaban transpirados, enredados entre sí y se frotaban el uno contra el otro. No podría decir con seguridad dónde terminaba ella y comenzaba él. Era como si no hubiera nada de ellos que no estuviera tocándose.

Ellos no parecían notar mi presencia allí, o si me veían, no les importaba; estaban concentrados en lo suyo. Yo no quería observarlos, pero a la vez no podía apartar mi vista, eran hipnóticos, me atraían demasiado. No podía moverme, ni irme, ni hablar. Lo único que podía hacer era seguir mirándolos. 

El sol entraba por la ventana e iluminaba los cuerpos dorados de los dos, dibujando sus siluetas torneadas a contraluz. Sebas estaba abajo, acostado boca arriba, y Barby estaba sentada sobre él, con una pierna a cada lado de su cuerpo. De a ratos, ella inclinaba su cabeza y su espalda hacia atrás, y sus tetas rebotaban casi en cámara lenta con cada asestada de pija que le daba Sebas. Sus pechos subían y bajaban, y Sebastián los apretujaba, parecía querer exprimirlos entre sus manos. Luego, ella se acercaba, apoyaba su torso sobre el de él, sin dejar de cabalgarlo. Entonces sus pezones se deslizaban resbalando contra el pecho de Sebastián y ambos se besaban intensamente. 

Sebas movía su pelvis acompañando el ritmo que llevaba Barby y la sujetaba del culo y de las caderas, clavándole los dedos en la carne. Me encantaba ver sus brazos marcados sosteniendo a mi amiga, marcándole el paso. Yo disfrutaba de verlos juntos, observarlos me generaba un hormigueo interior, un calor subiendo por mi concha, pero también deseaba que Barby se apartara por un minuto para poder verle el pito parado a Sebastián. Tenía ganas de agarrarle la pija, de metérmela entera dentro mío y no soltarla nunca más.  

Amigos son los amigos

No sé cómo, no sé cuándo, pero se ve que en algún momento recobré la función motora porque ahora me encontraba de frente a ellos que me observaban fijamente con la lujuria en sus ojos, pero sin dejar de cogerse. No querían parar, no podían parar. En un momento, él extendió su brazo, invitándome a participar y yo tomé su mano gustosa. Ahora ya no estaban acostados sobre mi cama, estaban parados junto a mí y buscaban seducirme. Sebastián se encontraba de frente y Barby detrás de mí, y se me acercaban cada vez más. 

Ahora formábamos un sándwich humano. Podía percibir perfectamente al tacto la geografía de los cuerpos de ambos pegados sobre el mío, tal como si estuviera despierta. Sentía el pene parado y caliente de Sebas apoyarse sobre mi pelvis mientras me agarraba las caderas para pagarme a él. También sentía las tetas húmedas de Barby sobre mi espalda, que a la vez deslizaba sus manos hacia adelante, abriéndose paso hacia arriba por entre mi abdomen y el de Sebas hasta llegar a mis pezones. Entonces Barby le pedía a su novio que me los lamiera para lubricarlos y allanarle el camino. Así era más fácil que ella los recorriera con sus dedos, acariciándolos en forma circular.  

Los dos me besaban el cuello, luego nos besábamos los tres a la vez en la boca y yo me sentía un fuego. Ya no había adentro y afuera. Ya no había antes y después. Ya no había ellos y yo. No había nadie ni nada que no fuera ese momento y ese lugar. No había otra cosa que no fuera ese sándwich, los tres éramos uno y tengo que admitirlo… Hoy puedo animarme a decir que si hubiera podido, me habría quedado a vivir para siempre en ese sueño

Si querés leer otro relato sobre mis sueños sexuales, entrá acá.

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